El hogar, mi casita, el ranchito, siempre es el lugar en donde nos sentimos cómodos y uno de los tantos rincones donde lo genuino se desmonta, sin embargo visto desde afuera no deja de ser una construcción de “x” material con sus fortalezas y limitaciones que nos invita a imaginar quien vivirá ahí.
Lo cierto es que a veces esas construcciones hablan, cuentan historias, buscan compañía, crean amistades con otras casas de la vuelta y así viven a puro movimiento.
En el Polonio las personas caminan entre los hogares, la ausencia de tejidos y muros hace más fácil el saludo y la charla, sin olvidar de que no es un mundo de hadas ni tampoco que cada quien entra a una casa según su antojo pero aún así es más que notable que hay una apertura al compartir con el otro, "cosa" que muchos lados ya lo han perdido.
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